7/8/11

Sonamos (revised)



-La base de datos de virus ha sido actualizada- me comunicó la notebook que había estado callada largo rato e irrumpía en la quietud de la madrugada en español neutro, con un sonido entre robótico y tremendamente humano, sintiendo humana pena por quien se refriega los ojos frente al fluorescente de la pantalla. Estuve despierto toda la noche.

El grillo del patio de invierno no canta hasta pasada la medianoche y nunca después de la una. Con increíble precisión matemática entregó a la luna unos agudos chirridos, complejos, uno detrás del otro, anunciando el clima: se ve, por el frenesí de los cri-cri, que se estaba cagando de frío. Con interrupciones esporádicas del goteo perpetuo de la canilla del baño, pasaron las horas. Supe que eran las cinco y veinte con el primer tren a Moreno. Pude poner “Volvió una noche” por Julio Sosa antes de querer dormir y me acordé del tocadiscos de Mar del Plata cuya púa ofrece, con cada sonido y silencio, un crepitar tenue que rememora un budín cocinándose o una lluvia en la ventana. Por esas cosas ahora llueve en la ventana y me pongo a escribir mientras sale el sol sin la ayuda de los pájaros.

Cuido mucho que los ruidos alrededor no me alteren y elijo un disco de Alberto Rojo que todavía no escuché. La música andina es como la japonesa en algún sentido: la escala pentatónica; avaras gotas de una clepsidra, diría Borges, que del parlante emergen, un mix de cholita y geisha sin que importen las diferencias. Ya es muy tarde y demasiado temprano y los ruidos de la calle invaden mi casa. Debo salir y estar con ellos para no sentirlos. Camino entre murmuros de gente, de cosas, la voz de Lucía que dice qué tiempo loco carraspeando en loco luego de hablar casi de memoria.

Casi nunca elegimos la banda sonora de nuestra vida y yo no soy la excepción. Busco y encuentro un título para mi película; un cartel aurinegro de Macri & Co dice Escuchando Buenos Aires y yo, probablemente, ya esté dormido.

8/3/11

Loco un poco


Junto con la largada de esos equinos numerados con patas musculosas y máscaras de colores se desatan, entre los apostadores, tensiones, suspiros, tragos difíciles y hasta lágrimas, gritos de aliento o puteadas a granel.

La carrera es la vida: un electroshock de minuto y medio en ese estado de coma desolador que es una reunión turfística. De deporte de reyes a deporte de garcas y pichones, bohemios, borrachos o simples buscas, como el Perro, el Negro Masa, Melena y tantos otros que parecieran obedecer a una tácita prohibición de nombres propios dentro del recinto.

El hipódromo argentino está tan cerca y tan lejos del Palermo globalizado. “Maldito seas Palermo, me tenés seco y enfermo” recita un viejo con pozos en la cara dignos de preceder yacimientos petrolíferos enteros. La carrera agoniza y tres caballos se apretujan en el frente estirando el hocico lo más que pueden. Todos los pares de ojos brillan apremiantes ante los televisores empotrados arriba, sobre los perfiles torcidos y el dolor de las nucas, sobre el jadeo de las respiraciones y el olor a plata quemada. Ante ese mar de magras certezas y disminución del poder adquisitivo, comienza un barullo de gritos aislados rogando piedad a un Dios que no entiende de azar, porque él es todo lo contrario. Cincuenta metros finales, hay una ardua lucha en la delantera y se esgrime una cabeza por sobre las demás en el instante de la verdad. Gardel tuvo razón y cruzaron el disco.

1/1/11

Receso de verano

Por la presente hago saber que el blog entra en un período de receso por un mes aproximadamente. Les deseo un gran y feliz año a todos excepto algunos. Les dejo un dibujo de Grandville que supo ilustrar un disco de Queen y unas rimas de Copi como para no desliteraturizar el asunto:

CACHAFAZ:
Ni soy caco ni soy pillo
y soy mucho menos reo,
¡estoy en Montevideo
cuna de machos sinceros!
Si me llaman Cachafaz
es injusticia social,
¡nací en un cañaveral
y mi madre murió en paz!
¡Nadie me dé de matrero,
mucho menos un milico!
Aunque yo nunca fui rico
del mundo sé la moral.
Ningún ser nace anormal,
cualquier loro tiene pico
y aquí les digo y replico
la forma de lo esencial.
El hombre es un animal
Negro, blanco, pobre o rico
con nariz o con hocico
¡pero nadie es pavo real!

 


6/12/10

Disertación obrera

Quizás por su carácter empalagosamente bélico, odio rellenar cañoncitos de dulce de leche. En general realizo con gusto los demás quehaceres dentro de la cuadra de la panadería, pero cuando llega la hora de los cañones mi cara se transforma. Siempre quedan relegados en una lata cerca del horno, en la tarea tácita de enfriarse y así poder ser fragmentados aquellos bloques de hojaldre en individuales cañones huecos que han de ser completos por mi con dulce de leche repostero. No es una tarea fácil ni mucho menos. A priori es una simple rutina de complemento; con esto queda terminado el proceso de la elaboración del cañoncito. De aquí al negocio a ser vendido. Pero, más hondamente, uno no puede escapar al enchastre endemoniado de dulce de leche, manteca derretida y azúcar impalpable caramelizada que se desprende de esta tarea. Pienso, por esas cosas de la vida, en el Coronel Estomba, fundador de Bahía Blanca, y su relación estresante con los cañones. En lugar de dulce de leche, Estomba introducía por un lado una bala y por el otro la cabeza del enemigo (indio, correligionario, ex novia quizás) y daba orden de fuego. Recuerdo los cañones que vi en Carmen de Patagones a orillas del Río Colorado, todavía apuntando a posibles barcos del imperio del Brasil que venían a robarnos la patagonia y que no contaban con las ganas de matar a nuestros propios indios que tenían los militares de acá. Vencimos en el Cerro de la caballada pero no puedo con mis cañoncitos. Son cincuenta o sesenta y yo un hombre solo, con una manga de dulce de leche y un reloj en frente. El tiempo pasa rápido mostrándome todo lo que podría hacer en ese período y eso me enoja todavía más: yo no voy a tener una calle con mi nombre, ni voy a fundar una ciudad aunque sí voy a cargar con la responsabilidad de disparar ese montón de colesterol hacia el hígado del cliente. “Soy un asesino gastronómico… y un suicida” pienso mientras ingiero uno yo mismo mirando un almanaque ilustrado por Molina Campos y qué.

14/11/10

Feliz domingo

Cuando llueve un domingo en Bahía Blanca, se dignifica el aura gris que caracteriza a esta ciudad y todo es increíblemente letárgico. Las parejas afortunadas que prolongarán la especie ya se subieron al arca y yo y mi disfuncional familia estamos en un auto sintonizando Olimpo - Independiente por una amplitud modulada de lo más ruinosa. El destino es Ingeniero White (otra localidad empecinada, ya desde su nombre, a invocar cierta blancura de la cual carece). Recorrí, una vez más, sus museos maravillosos. Me tomé un chocolate caliente y comí lemon pie. Volvímos, cubiertos por pesadas nubes, flanqueados por industria privatizada, celebrando el empate, contando chistes del tipo "Hola, hablo con tal...?" y presenciando una feroz carrera de gotas en mi ventana. Afuera, la ciudad bosteza.

23/10/10

Una esquina de Bahía

En Alsina y 12 de octubre hay
una casa de rejas,
un lavadero de autos
un comercio polirrubro y una
sucursal de La Foto



no sé mucho sobre la muchacha
que pide monedas en esa esquina.
Solo que es muda y medio renga
Y que lleva siempre dos cosas consigo:
una botella de Coca-Cola sin la etiqueta y
llena de agua de las canillas
y una mochila de Soda Stereo
con una frase que presagia su actitud perseverante:
me verás volver

18/9/10

21/8/10

Te invito a mi fiestita

siempre me gustó prender los fósforos
y mirar (los ojos se van cruzando)
la llama azul que quiere (seducirme?)

alguien le pasó el dedo a la crema
alguien violó
los pliegues del merengue, cuidadosamente
dorados en punta,
por la gracia del chef y su
soplete:

¡Que los cumplas Brunitooo!
(que racing salga campeón,
que el mundo sea mejor...)
¡Que los cumplas (...)
feliiizzz!

son tres tristes deseos

y el cese de fuego sobre la torta
mi abuelo subrayando
el inmundo olor a vela

13/8/10

Parte de la vaca

La brisa, el balde, la palita:
el castillo.
La inmensidad de la arena, ante mi,
pan rallado no apto para
el consumo.
El mar es de huevo revuelto
y yo, lo que quieran
lomo, cuadril
peceto o cuadrada.

12/6/10

Vieron que siempre...

La máquina de peluches
“Si quiere ver la vida color de rosa
Eche veinte centavos a la ranura.”
Raúl Gonzáles Tuñón
Te regalo este osito,
lo gané en villa gesell y quisiera
que valores
el compulsivo desguace de mis bolsillos.
Desfilaron por la ranura (y el mundo no fue rosa)
veinte monedas de un peso
y una puteada ignominiosa
“Dios de la cabina, garra cenicienta
flaca mano de manteca,
en nombre de los ocasionales
pelotudos,
yo te maldigo”

Toma del cogote un osito
nunca para liberar y no tira del pelo
sino del peluche
que tiene gestos humanos y hace aún más
inevitable
la metáfora barata
de cielo como techo pintarrajeado
de espacio como obturado de seres
de oportunidad que parece trampa.
La vigésima es la vencida:
un peluche en mis manos
una carcajada de hilo.
Quiero regalarme por un peso convertible