La humedad de los cuerpos no era nada sensual y la ropa se nos pegaba como una canción de Nino Bravo. Éramos treinta muñecos de barro (¿embarrados?) y alguien en el fondo del colectivo puteó con ganas a Mauricio Macri. Una mujer al lado mío atendió un celular que la llamaba a gritos y luces: -Hola, sí sí, estoy bien, pasa que nos quedamos varados en Juan B. Justo y Boyacá hace como una hora, hay medio metro de agua…-
Creo haber llegado a casa, creo haberme dado un baño caliente pero no estoy seguro. Tengo la sensación de que sigo con el agua al cuello, aunque esté seco, en mi cama y con una humeante taza de café negro sin azúcar entre las manos.