20/7/09

La revolución es un domingo eterno



Cómo me aturde la palabra domingo. La de, la o, la eme, etcétera. Las tardes de domingo, las mañanas de domingo, los mates de domingo. Pasa que no tengo ganas de tener angustia existencial, pero empieza a llover y ¡qué tentación hacerlo una vez más! Busquémosle sentido a la vida, hagamos preguntas retóricas, escuchemos redonditos de ricota, usemos barba y veamos dos, tres, ¡cien películas del Che Guevara con Benicio del Toro!

Salgo a caminar – escucho – por la cintura cósmica del sur. Pienso: la razón que tuvo Andrés Rivera (al menos con un título), la ignominia de que la revolución sea un sueño eterno, la certeza de que todavía estamos durmiendo y que, si bien nos podemos despertar, no queremos hacerlo.

Probemos así: La revolución es un domingo eterno. Mañana empezamos. Va a ser lunes. Si si. Debilitar las instituciones, organizar milicias populares (léase del pueblo por favor), enfrentarnos al imperialismo y con nuestros padres, apagar los celulares por un minuto todos juntos, gritar que ¡viva Argentina libre! también juntos y romper todos los espejos del país y, así, difuminar el canon de belleza hasta el punto en que todos gustemos de todos y gustemos de hacer una gran orgía revolucionaria en plaza de mayo. El orgasmo será tan masivo que derretirá las armas. Cantarán los grillos, aullarán los perros y no iremos más de traje al teatro Colón, y no se llamará Colón sino del Despertar. Teatro del Despertar, funciones agotadas para la representación histórica del país (descuento jubilados y estudiantes).

Pero. Pero y más pero. Es domingo, y cuando pase la medianoche será, raramente, domingo otra vez, y así. La costumbre de nuestra burguesía intelectual. La que ama la modorra del domingo. Ver la lluvia por la ventana, alquilar una peli, desear más lluvia y mejor si cae granizo. Total, mañana combatiremos. Será anacrónico. Será violento, pero lo haremos. Basta con que el calendario diga lunes.




12/7/09

no sé

Frente al espejo nacen
los soliloquios más desvergonzados.
Temática de hoy: cómo me siento.
El aire es una hoja en blanco que contiene,
en la parte superior, solo mi nombre.
Es-que-no-me-veo.

10/7/09

La causa de la calvicie



Soy un duende. Camino por el bosque todos los días y junto bellotas. Me como unas y guardo las otras para cenar esta noche y, si es posible, desayunar mañana. A los duendes nos gustan los granos de café pero no el café, tirarnos de los árboles sobre una pila de hojas sin hache o tomar nata con leche. Somos muy enamoradizos y no contraemos matrimonio o compromisos monogámicos ni de ningún tipo. Nos gusta pararnos campantes sombreando algún hongo de seta breve y sentirnos altos: nos sube el autoestima que nos quita la altura casi desmedida de los árboles o los humanos, sin mencionar las montañas que le rascan la panza al cielo. Conocemos a los humanos. Coptamos lo que nos parece hermoso de ellos: el fanatismo espasmódico por la luna, para decir un ejemplo. Solemos aparecernos por sus ciudades, tratando de ser desapercibidos, y robamos cabello; todo el que podamos en la medida de no ser descubiertos. Nos encanta englutirlo de a dos o tres anudados como si fuese un moñito y son buenos digestivos.
Existe una característica por la cual elegimos a nuestras presas: nos fijamos que tenga algún pelado en su ascendencia. Su padre, abuelo, algún tío. Resulta que los pelados o potencialmente calvos son seres superiores entre sus pares. Esto hace a sus cabellos más deliciosos y no te dan diarrea. Aparte, una cosita: nos salió (valga la boludés) al pelo, ya que ellos piensan que tiene que ver con una cuestión genética y no con nuestra elección personal.
Gracias y chau.



(me estoy quedando pelado)